Desde que inauguraron la Filarmónica de París, y vi las imágenes del edificio y de la sala, siempre había querido ir a un concierto o algún evento. La verdad no soy la más fanática de la música clásica, pero desde que llegué a vivir a Europa, algo ha pasado en mi, y he comenzado a interesarme mucho más por el arte en todas sus manifestaciones.
Así que decidí buscar entradas para ir a la Filarmónica de París. Quería ver a toda una orquesta tocando, como en las canciones que a veces escucho.
Esto lo tenía claro porque en otra ocasión estuve en un concierto de dos músicos y la verdad nos estábamos quedando dormidos con mi familia, fue muy duro.
Mi otro objetivo era gastar lo menos posible, pues como no sabía si me iba a gustar, no quería estar arrepintiéndome luego.
La compra de las entradas
Fue muy sencillo, entré a la página oficial de la Philharmonie de Paris, y empecé a buscar los próximos conciertos. Me enfoqué en la Orquesta de Paris, y aunque no entendía nada sobre las piezas que iban a interpretar, me aseguré eso si de que fuera toda la orquesta, y en este caso un artista invitado, un violinista, y me dije que podía funcionar. Empecé a ver los precios y casi me voy de espaldas. 10€. Pagué 10€ por persona. Es muy barato. Evidentemente hay que asumir el hecho de que uno va a estar muy arriba, por lo que dejé que la página me sugiriera la mejor ubicación respecto a la disponibilidad y al precio que quería.
Vi el mapa de la sala, y me dije que podía ser una buena primera vez. Compré las entradas (con unos meses de anticipación) y las guardé, hasta que llegó el día.
La logística previa
La cita era a las 20h30 (8:30 p.m.) y las puertas de la sala se abren media hora antes. Le propuse a mi esposo que nos viéramos alrededor de las 19h00 (7 p.m.) para que comiéramos algo.
En el tiquete de entrada hay un mapa, en el que se indican el nombre de las salas, dónde están ubicadas, y también los nombres de los lugares disponibles para comer, antes o después del espectáculo.
Yo he ido unas 3 o 4 veces a La Villete (que es como una gran ciudadela cultural al este de París) pero nunca me había fijado que detrás de unos arboles estaba el edifico de la Filarmónica, justo al lado de la Ciudadela de la Música ,un lugar gigante con salas de conciertos, anfiteatro, sala de exposiciones y además de todo el Museo de la Música.
El edificio es diferente a todo lo que estamos acostumbrados a ver en París (estilo Hausmaniano, clásico, etc). Esto es otra cosa. Más abajo les contaré sobre su arquitectura.
Pasamos los controles de seguridad y nos dirigimos a la cafetería que está adentro, y que en los días de concierto ofrece servicio hasta la hora de inicio del espectáculo.
Elegimos la fórmula y nos comimos un sándwich, un postre y una bebida, yo me comí una porción de quiche con una pequeña ensaladita, un postre y una bebida. Pagamos 22€. Por supuesto, si uno tiene tiempo puede comer antes, y más barato en otro lado.
Luego pasamos al ascensor para subir a la sala, y en el tercer piso se realiza el control de los tiquetes. Nos explicaron a dónde debíamos dirigirnos y por donde debíamos subir. Nuestros puestos estaban en el quinto piso.
La sala principal y la arquitectura
Esperamos la apertura de la sala, y apenas pudimos entramos (para poder tomar algunas fotos sin molestar a nadie y porque además está estrictamente prohibido tomar fotos o filmar el concierto). Es impresionante. Súper empinada, moderna, nada tradicional. El escenario está casi en el centro, es decir que el público rodea la orquesta. Está decorada en blanco, amarillo y negro y madera natural. La verdad es un espacio que da una sensación de tranquilidad inmediata, al menos desde donde estábamos (lo más arriba posible) nos sentíamos muy bien.
Esta sala se llama Grande Salle Pierre Boulez (en homenaje al compositor y director de orquesta de ese nombre) y tiene una capacidad de 2.400 personas. La distancia que separa los músicos de la persona más alejada es de 32 metros. El objetivo es de crear más intimidad entre los músicos y el público.
Esto me lleva a contarles que el arquitecto que diseño este edificio, se llama Jean Nouvel y fue el mismo que diseño en París, el Instituto del Mundo Árabe, la Fundación Cartier de Arte Contemporáneo, el Museo Quai de Branly Jacques Chirac, la Opera de Lyon y la Torre Agbar de Barcelona entre muchos otros edificios importantes.
Ahora, el concierto
Una vez adentro de la sala, una persona te recibe y te orienta y además te entrega el programa de la noche. Se trata de un folleto de talla mediana, con una explicación de lo que van a interpretar los músicos, quien es el músico invitado y el director de orquesta.
En nuestro caso, esa noche era la despedida del Michel Bénet, encargado del oboe principal en la Orquesta de París, quien tocaba su último concierto, después de 40 años con la Orquesta. Esto estaba indicado en el programa, en donde sus compañeros habían dedicado un espacio lleno de mensajes de agradecimiento, testimonios, recuerdos y anécdotas.
Esto lo leímos mientras veíamos cómo poco a poco se fue llenando la sala, y luego fueron saliendo los músicos, poniéndose en sus posiciones, hasta que salió un hombre, y empezó desde allí una sinfonía en el sentido literal de la palabra.
Yo lo miraba todo (como es costumbre), las caras, la ropa (había que activar el escáner visual). Los zapatos de los hombres (o al menos 90%) eran de charol y estaban absolutamente impecables. Todos vestidos de negro. Listos para dejarse guiar.
Minutos después salió el Director de Orquesta (Tugan Sokhiev, un tipo súper talentoso y con mucho reconocimiento) acompañado del intérprete Vadim Gluzman, el artista invitado.
Empiezan a tocar y el mundo se detuvo
Nunca había visto una Orquesta Sinfónica en vivo. ¿Por qué no hice esto antes? Fue amor a primera nota. Fue como si el resto del mundo desapareciera. Mis ojos se movían buscando descifrar cómo el Director enviaba instrucciones precisas sin decir nada, y cómo los músicos tocaban en una armonía sin precedentes para mi. Estaba muy contenta de estar arriba porque así pude pasar mis ojos prácticamente por cada músico, ver su comportamientos, sus gestos, su pasión. Muchos se quedaban serenos esperando el llamado silencioso del director, quien los llevaba como hipnotizados, y nos fue hipnotizando a todos también.
Por supuesto, cuando el intérprete hizo su “solo” el efecto fue aún más fuerte. ¡Qué talento! Se sentía en él tanta pasión, tanto entusiasmo.
Todo se escuchaba perfecto, como si estuvieran grabando un disco. La acústica de la sala es tal, que cuando pasaban la pagina de las partituras, también esto se escuchaba. Mi cabeza dejó de estar pensando en todo el trabajo, todas las preocupaciones.
Al terminarse la primera parte, el público aplaudió durante varios minutos, fue muy emocionante. Me dolieron los brazos de tanto aplaudir.
El Entreacto
Llegó el entreacto, que dura unos 20 minutos, y tuvimos la oportunidad de conversar con una vecina de la fila que asiste con frecuencia a este tipo de espectáculo y nos explicó el rol fundamental del Director de Orquesta, y cómo él imprime parte de su personalidad y su carácter en la forma en que se toca la composición.
En el escenario iban re organizando el espacio. Trajeron muchos más instrumentos que en la primera parte. Según el programa, ahora se tocaría la Sinfonía N°5 de Sergueï Prokofiev. Había un arpa gigantesca y hermosa, un gigantesco gong (como el de los samuráis) y otros instrumentos de percusión. Llegaron más trompetas, trombones, pianista, mejor dicho, todo el mundo estaba allí.
Fue absolutamente sublime. Sentí que estaban tocando la banda sonora de una película. Me transportaron a muchas emociones, mi imaginación volaba y mi fascinación continuó. Mi esposo también estaba encantado.
En un momento el público quiso aplaudir y el Director de Orquesta hizo señas de no aplaudir. Es él quien dirige, y los aplausos no podían interrumpir su magia, había que seguir, aprovechar la efervescencia, el nivel alcanzado.
¿Cómo más de 100 personas logran tocar en tal armonía, con tanta precisión? Si te dejas llevar por la música, y estás realmente allí, literalmente allí, se te ponen la piel de gallina. Viajas. Te conectas. Sientes la belleza en esos sonidos, en esa energía que viene del interior y se transmite con cada nota.
Y ni hablar de la despedida del músico Michel Bénet. Fue muy sentida. Se percibía el cariño, y la melancolía del músico que deja su lugar en ese universo tan único, pero al mismo tiempo su satisfacción de haberse entregado con disciplina a su vocación. Lloré de emoción con la interpretación que hicieron para él.
La invitación
Yo no sé nada de música, al menos técnicamente hablando, pero esa noche sentí la fuerza de la música, la fuerza que tiene el espiritu humano haciendo música, y la fuerza que tiene eso que inspira a la humanidad a hacer música. No se los puedo definir con una palabra, pueden ser muchas, puede ser una sola. Solo les puedo decir que vale la pena dedicarle un espacio a la música y a la música diferente a la que tenemos la costumbre de escuchar.
Esa noche entendí por qué se construyen edificios, se desarrollan proyectos sociales, culturales e incluso económicos, alrededor de la música clásica, y de la música en general. Es como si se encendiera algo en el interior de quien hace música y en quien la recibe.
Eso sentí. Y por eso hoy, quiero invitarlos a que vayan a ver este tipo de espectáculos en sus ciudades, y por supuesto si pasan por Paris, no duden en consultar el calendario de la Filarmónica de París, a veces hay plazas disponibles el día mismo, los precios van desde 10€ hasta 50€, y el acceso se hace en transporte público con el metro Línea 5, parada Porte de Pantin. No se priven de estas maravillas.
Paris definitivamente tiene mucho para ofrecer. Muy a pesar de su locura, de su cotidiano pesado para algunos, de su mundo paralelo archimillonario de lujo, Paris ofrece algo para todos.
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No duden en contactarnos si así lo sienten.
Paris los espera.
A bientôt.